MOZAMBIQUE.

                                                                     Portuguesa y negra

Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frio extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito

                                                                                                                                          Ernest Shackleton 1907

9 DE ABRIL DE 2017

A mi juicio, lo más llamativo de la vista aérea de Lisboa es el puente sobre el rio Tajo y el propio río. Tengo el recuerdo de Lisboa decadente, plena de escombros y polvo gris, como si el esplendor fuera cosa del pasado, de una época en la que se me antoja que ser portugués resonaba a cartas náuticas, navegación de cabotaje y conquista; a Magallanes y Vasco de Gama.

Luego vino todo lo demás, hasta el día de Todos los Santos de 1755 en que el gran terremoto marco esta ciudad con su destrucción. Lisboa hoy no tiene nada que ver con lo que digo, y será una ciudad moderna, pujante y todo lo demás que se dice cuando se elaboran discursos y folletos, pero a mi es la Lisboa que me gusta, la que imagino.

Lisboa es triste, poética y profunda y esa marca indeleble hace que de sus colonias se importara café pero no bailes ni ritmos alegres. Lisboa es fado y tan poética que hasta un acontecimiento gestado para matarse se llamo la Revolución de los Claveles.

Por lo demás, las más de siete horas de espera en el aeropuerto de Lisboa fueron como las de cualquier otro aeropuerto salvo porque en este están todas las tiendas, de todas las marcas y puedes curiosear. Las tiendas del aeropuerto tienen la característica de la soledad, y uno puede evolucionar entre estantes o percheros de ropa exclusiva y de moda sin pedir perdón para pasar. Nunca hay nadie, nadie parece comprar nunca y lo más sorprendente, la estupenda señorita no parece tener urgencia por vender.

El té se dice  “Sa” en portugués.

Embarcamos.

20 DE ABRIL DE 2017

MAPUTO

Normalmente, la llegada a algún sitio viene de la mano de una serie de sensaciones que aparecen de golpe para conformar la idea que quedará luego de un lugar; en Maputo en principio no las tuve, como si temieran mostrar.

La funcionaria de aduanas no entendía que se pudiera venir a un país sin tener previsto un sitio donde dormir por eso el visado(35€) se demoró mientras miraba con suspicacia.  No rellenar el apartado «dirección en Maputo» fue un error fruto del cansancio que, en similares ocasiones, queda resuelto con un poco de imaginación.

Apenas unos taxis ociosos esperan en la terminal internacional. No parecen recibir a mucha gente.

La ventaja de llegar a primera hora del día es evitar la oscuridad general de todos los países existentes fuera de Europa y pocas excepciones más.

Las calles de Maputo están nombradas en honor a Ho Chi Ming, Calle Mao o Avenida Karl Marx; tendencia frecuente de los desesperados en recordar a charlatanes foráneos por si con los propios no tuvieran suficiente.  

El FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique) de inspiración marxista sacudió al país en un conflicto que dejó cifras cercanas a los novecientos mil muertos. La guerra civil que involucró a Sudáfrica, Rodesia, URSS, China y Mozambique terminó en 1990 y FRELIMO Y RENAMO se integraron en la vía democrática(sic)

Los escaparates presentan maniquíes blancos y no negros como se esperaría.

La estación de ferrocarril de MAPUTO, tradicionalmente considerada como una de las más bonitas del mundo y atribuidas a Gustave Eiffel, ni es de quien se dice ni parece tan bonita a pesar de ser uno de los atractivos turísticos de la ciudad y elegida por Di Caprio para rodar Diamantes de Sangre.

Se culminó en 1916 y durante años fue un punto de partida de los trabajadores hacia las minas sudafricanas, cuando Maputo era conocida como LORENCO MARQUES.

21 DE ABRIL DE 2017

El mundo se aletarga en Maputo. Entre precariedad y miseria muchos visten camisetas y polos Ralph Laurent falsos como un duro de madera, A nadie parece importarle, como si un cocodrilo deshilachado señalara el camino del éxito deseado.

El Mercado de Artesanía esta ubicado en una umbría agradable. Oferta amplia y repetitiva de tallas de madera de caoba y tapices con motivos tribales.

Los comerciantes juegan a damas. Clientes apenas hay. A fuerza de ver pasar los días en blanco, los comerciantes ya no publicitan a voces el género quedando al aguardo de los compradores.

Característica cansina de estos pagos es tener la sensación perpetua de tener cara de primo y ser objetivo de cazadores del timo y del engaño, y para colmo: Soy blanco, no hay donde esconderse.

La burocracia en Mozambique adquiere cotas de elevadísima eficacia; o ineficacia, según se mire, y para solicitar un papel cualquiera te obligan a rellenar tres impresos con sus correspondientes sellos de oficinas contiguas atendidas por ineficientes somnolientos bostezantes.

Años atrás usaba una vara propia para medir la prosperidad de los países: una regla particular que yo aplicaba junto a otros indicadores. Si había muchos perros callejeros sueltos; país pobre. Si por contra los canes iban a la par que sus dueños, debidamente atados; país rico. La prosperidad también tenía grados e función de si el chucho iba ataviado con jersey de punto o a pecho descubierto. En Mozambique no hay perros; ninguno, o por lo menos no se dejan ver. Ignoro las causas.

A eso de la medianoche unos truhanes con placa y el uniforme sórdido como camisa de serpiente demandan atención por hechos supuestamente gravísimos que cometimos y que se arreglan, como no, con dinero. Maputo muestra su cara menos amable contradiciendo aquella sentencia de Vasco de Gama » o país da boa gente»

26 DE ABRIL DE 2017 

TRAVESIA MANZINI-XAI XA

«Nuestro destino nunca es un lugar sino una forma diferente de ver las cosas».(HENRY MILLER)

 

 

 

SWAZILANDIA quedó atrás, lejanamente pobre, obscenamente desconocida tal y como apareció.

La sensación es, salvando los estándares de calidad, similar a la de Sudáfrica; amable.

Conducir hasta el puesto fronterizo de Goba, ya en Mozambique, vía SITEKI, es un paseo solitario de poco más de cien kilómetros. Al salir, el funcionario de aduanas te despide con una sonrisa y una frase amable tal y como te recibe al entrar el swazi del otro puesto fronterizo: debe de ser el libro de estilo swazi que dan junto al pellejo al nacer. El puesto de MOZAMBIQUE es harina de otro costal.

Hablar con un funcionario mozambiqueño es una sucesión de miradas analíticas rodeadas de extraños silencios; nueva observación desconfiada, silencio y la sensación de que digas lo que digas será la respuesta equivocada y todo será un embrollo. Hay tantos papeles y documentos por rellenar que prepararlos de antemano es una pérdida de tiempo, siempre faltará un sello y tres formularios.

El paso fronterizo de GOBA está poco transitado a pesar de que en las fronteras, el nivel de suciedad y ruidos se eleva en proporción al número de truhanes y minibuses cargados de paquetería y brazos que escapan por las ventanillas.

Si en algún sitio es fácil que te la den con queso, eso es un puesto fronterizo. Buscavidas volanderos con mucha palabrería atropellada y , ocasionalmente, a pocos metros, apostado en un aparte un tipo en actitud de espera de nosesabeque y que, entre el aire rufianesco, su silencio y la mirada de rastreo hace que dudes entre darle ya el dinero o esperar a que te lo quite. El puesto fronterizo de GOBA no tiene nada de eso y salvo la burocracia, nada tiene de clásico.

El resto del día conducir hasta XAI-XAI donde si no fuera por estar en medio del camino se esfumaría sin relieve alguno.

En MOZAMBIQUE se conduce por la izquierda. Los coches tienen el volante en el lado contrario si aceptamos que nuestro lado es el bueno. Cada veinte kilómetros un control de policía que por probabilidad iras sorteando y te detendrán a partes iguales. Y no sería destacable el particular si no fuera porque casi invariablemente quieren su mordida. Los policías no son de fiar porque cuando menos te lo esperas, se ponen de parte de la Ley, y la ley es el recurso a vaciarte los bolsillos con la más peregrina de las ocurrencias.

En MOZAMBIQUE se conduce por la izquierda. Los coches tienen el volante en el lado contrario si aceptamos que nuestro lado es el bueno. Cada veinte kilómetros un control de policía que por probabilidad iras sorteando y te detendrán a partes iguales. Y no sería destacable el particular si no fuera porque casi invariablemente quieren su mordida. Los policías no son de fiar porque cuando menos te lo esperas, se ponen de parte de la Ley, y la ley es el recurso a vaciarte los bolsillos con la más peregrina de las ocurrencias.

Una sucesión de pueblos se desparraman a los lados de la vía, todos iguales, alicatados de cochambre. Los pueblos en MOZAMBIQUE carecen de color si exceptuamos un número creciente de viviendas que aparecen pintadas de rojo con la publicidad de vodacom- Al parecer la compañía telefónica paga la pintura a todas las casas que lo deseen a condición de que en la fachada signe su logo. La Coca-Cola también ofrece lo mismo y siendo que muchos mozambiqueños aceptan, en ocasiones cruzas un pueblo y viene el recuerdo del western de Eastwood, infierno de cobardes.

Ser albino en África es una maldición bíblica. Tengo la sensación de haber visto un número considerable de ellos, o será que el contraste los pone en la retina con más frecuencia. África padece un analfabetismo tribal enraizado con supercherías ancestrales y credos de brujería. Siendo que rara vez se da a luz en un hospital, es frecuente que al nacer un albino se le mate. Los que escapan de ese fatal destino son codiciados en un circuito donde se trafica con partes de su cuerpo y que se extiende por todo el África subsahariana, Burundi. Kenia, Congo. Swazilandia. Sudáfrica, Mozambique……

Son ZERU-ZERU(fantasma). En ocasiones se les arrancan dedos para rituales de brujería, preparación de pócimas y brebajes.

Detrás de la sonrisa y la bonhomía del «buen salvaje», esto también es África y los albinos son en realidad espíritus, fantasmas que no mueren sino que se desvanecen…………

27 DE ABRIL DE 2017

Como todos los grandes viajeros he visto más de lo que puedo recordar y recuerdo más de lo que he visto.

Quinientos y setenta kilómetros hasta VILANKULOS es un espacio de pensamiento extenso. He de decir que recuerdo poco del trayecto, olvidando las denominaciones y los pueblos. Solo en ocasiones una breve parada para organizar los huesos en su sitio, y canjear a alguien un presente por una sonrisa. Eso tiene un guiño efímero que reconforta. A lo largo del camino la vida fluye en un serpenteo de gente colorida como gusta en África el vestir; y de zagales risueños, inquietos y resignados a la par. Y es en ese contexto donde regalar un globo, un balón o unos lapiceros adquiere tintes de mágico chispazo.

Al margen quedan los problemas de África, que no vienen al caso; y al margen la intención, voluntad o interés en solucionarlos o no, que tampoco vienen al caso. Regalar un globo, o un balón o un lapicero a un niño desconocido que esa mañana se levantó sin prever lo que el día le iba a deparar se asemeja a caminar por la calle, con el abandono que producen los propios pensamientos y descubrir en tu camino una moneda brillante: Carajo¡, dices, hoy es mi día de suerte.

28 DE ABRIL DE 2017

Despertar en soledad en un pueblo extraño es una de las sensaciones mas placenteras de este mundo.
Lo único que VILANKULOS tiene feo es el nombre, el resto es de una belleza aparente. Me refiero al paraje porque como todo en el país, construcciones reseñables hay pocas y aquí, ninguna.
Portugal abandonó Mozambique en 1975 pero dejó el café, que tiene mucho que ver con el grano y mucho más con el arte del barista. No digo que haya un virtuoso encargado en exclusiva de manejar la máquina del café, como pasa en Portugal o en Italia, pero sí, el café tiene aroma a café y su justa acidez; humeante negro con crema y todo ello en taza pequeña.

Vasco de Gama cruzó el Cabo de Buena Esperanza en 1498 y en 1975, casi quinientos años después, los portugueses abandonaron MOZAMBIQUE dejando entre otras cosas el café, incalculable tesoro.
Un paseo por las islas cercanas, la de BIZARAUTO y otras, hacen del día un acontecimiento. El mar está a chorretones de distintos tonos de azul. Una duna gigante y amarilla que no quema y unos cangrejos del color del calamar corren que se las pelan. El resto es calma.
Una barca con vela latina al fondo y un momento para los pensamientos; allí al fondo debe de estar Madagascar. No se ve a esta distancia pero está ahí, anclado en el Indico.
El Indico, a diferencia del Atlántico, parece inofensivo. Aquel es  océano tenebroso.  O que el Pacífico, dulce desasosiego. El Indico no da ningún miedo; parece casi infantil, como si los tiburones tuvieran los dientes de goma, pero seguro que no es así.

El BAOBAB es un sitio perfecto para alojarse y el KILIMANJARO para el café. Antes o después del viaje a las islas, una española residente en Sudáfrica me dijo que allí los negros no saben nadar y que no se llevan bien ni con los perros ni con los gatos. Y como quiera que debió intuir mi extrañeza es la mirada, también me miró y dejando pasar unos segundos de silencio se encogió de hombros como quien no puede dar más datos del asunto. A mi todo aquello me pareció una greguería de las que inventó Ramón Gómez de la Serna: los negros tienen voz de túnel: el vapor es el fantasma del agua o el amor nace del deseo repentino de hacer eterno lo pasajero.

 

 

 

 

 

 

29 DE ABRIL DE 2017

Amanece en VILANKULOS tan de repente que pareciera que retiraran una inmensa cortina y al poco el fondo se vuelve plomizo justo cuando andamos a caballo por la playa.

Estos caballos parecen ser de Zimbawe, a decir de la propietaria, que cruzó la frontera con ciento cuatro de ellos cuando la cosa pintó allí en bastos. Aquí en Mozambique no haya caballos ni otras bestias de tiro porque durante la guerra civil se los comieron a todos. Y ahora que la señora me desvela el misterio recuerdo que aquí no se ven perros callejeros y entonces creo estar más cerca de solucionar el enigma de su ausencia. Quizá no. En estos casos hay que aplicar siempre el principio de la navaja de Occam según el cual, en igualdad de condiciones la explicación más sencilla suele ser también la más probable. Una lluvia fina que no moja empieza a caer y en aquel paraje de arena y barcas varadas, al galope y en silencio parece aquello una alegórica representación de la libertad.

30 DE ABRIL DE 2017

«No todos los que deambulamos andamos perdidos».

Hay que desandar el camino esta vez con parada en TOFO, pueblo costero en la ruta a MAPUTO. La playa es inmensa, enorme, con mareas que se retiran dos centenares de metros. Fatima,s se llama el alojamiento mochilero y como casi todo, tiene pinta de precario y de alojar a gentes que huyen, que escapan de lo que quiera que sea que quieran dejar atrás. Son las fotos fijas que hacemos de las cosas. Fergó dijo que para que un sitio de estos tenga pedigrí, ha de contar con un mochilero hurgándose en los dedos de los pies sobre la mesa y a poder ser llevará el pelo en largo desaliño.

Fergó siempre quiere pescado, quiere comer pescado y cuando lo encuentra, su sobremesa es una sucesión de gruñidos y refunfuños porque nunca está como tiene que estar.

1 DE MAYO DE 2017

La llegada a MAPUTO ya no nos cogió por sorpresa. MAPUTO lo tiene todo feo. Una década atrás leí a Alfredo Semprun hablar de viajes desaconsejables y no estaba MAPUTO en lo que parece un despiste. Caída la noche nada más parecido a sentirse impala o gacela y objetivo de los lobos a quien alguien tuvo la feliz ocurrencia de poner a vigilar a las ovejas.
MAPUTO es una ciudad hostil y siniestra desde el atardecer y hasta el alba y la patrullan brigadas de rufianes en coches policiales con la ventaja que les reporta un cargo de servidor público ante el que la víctima duda. Ese es el terror de los estados policiales que en el mundo han sido y son: la incomprensión y la confusión de que quienes han de velar por ti, ciudadano, son tus verdugos. Por esa razón en esos sitios, los ropajes de democracia son solo ficciones de libertad, son estados fallidos.
La bandera de Mozambique presenta un fusil AK-47 sobre una estrella amarilla que simboliza el credo en el socialismo. Las calles de Maputo reconocen en su callejero a MAO TSE TUNG, a HO CHI MING, a KARL MARX.

En algunos de estos sitios hay una realidad al alcance de cualquiera que sin embargo nadie ve, enfrascados en creer a los charlatanes en vez de a nuestros propios ojos, en creer consignas en vez de a la alerta de nuestros sentidos y así, en no pocas ocasiones casi nadie advierte que el risueño africano de sonrisa nacarada se acerca a nosotros con un machete de cortar caña en la mano.

2 DE MAYO DE 2017

EL VERTEDERO DE MAPUTO

El vertedero de MAPUTO es un sitio desaconsejable para todos los que no sean un cadáver insepulto.

Millones de toneladas de hedionda hez edifican un panorama de inmundicia por el que transitan diariamente decenas de hombres y mujeres de aquí para allá. Alguno viven aquí, entre huertos de desechos. Fergó preguntó al azar el camino a media docena de recepcionistas y tres viandantes que invariablemente lo miraron sin musitar vocablo. Nadie le respondió. Unos billetes de mas engrasaron la transacción con un taxista y disolvieron sus dudas; Si los blancos estaban locos, el no ha metido mano en eso y que el dinero bien vale un viaje al infierno, debió pensar.

Al vertedero de MAPUTO no llega nadie si no es en el interior de una bolsa negra. Fergó tiene una parte de infancia inacabada, como de reportero de un comic en blanco y negro y quiere creer que el agua del caldero donde los negros de la tribu fríen a los blancos en el fondo no quema.

Cuando empezó a fotografiar miseria con su objetivo, de entre la cochambre asomaron cabezas curiosas, mas tarde expectantes y luego codiciosas.

Fueron cerrando el círculo lentamente, como zombis de un camposanto de excrementos. No parecían desde luego que quisieran preguntar por la salud, si acaso quebrarla.

Y no parecían que fueran a pedir limosna sino a tomar lo que veían. Algunos empezaron a vociferar, otros más siniestros nos empezaron a llamar de amigos y a reclamar una mordida  y mientras esto sucedió, el camino de retirada se hacía más angosto al poblarse de gente con aparentes malas pulgas.

El taxista, bregado en estas situaciones ya había tomado la decisión de marcharse a la francesa saliendo a toda mecha. El taxi emitió un gruñido de motor cansado y se puso en marcha justo en el momento en que yo tiré de Fergó por el cuello de su camisa y nos colamos en marcha. El taxista, al vernos repentinamente en los asientos traseros dijo: buenos días. Como si ya no nos esperara y Fergó sin hacer siquiera mención al medio centenar de negros frustrados que con el colmillo excitado de codicia nos observaban perdernos en la lejanía, mirando su cámara dijo; esta última ha salido movida.

3 DE MAYO DE 2017

He tardado dos semanas en descubrir que pingado es un café cortado, tal y como a mí me gusta. Es una lástima no poder exportar la palabra sabiendo que recoge todos los detalles con precisión, sin necesidad de explicaciones. Pingado; y huelga la coletilla de café cortado con un poquito de leche casi nada, crema, frio, y en una taza pequeña.

Pingado es la palabra.

En Mozambique los bancos tienen dinero. Colas de clientes resignados se apostan serpenteando desde el mostrador de la caja a la calle y más allá, a la espera de un trámite de sacar dinero mientras el empleado cuenta fajos de billetes sobados. Enormes fajos de billetes que sostiene en sus manos como madejas de lana. En las yemas de sus dedos parece permanecer la tinta como un tatuaje desprendido del billete hacia sus dedos. Los bancos de Mozambique son como los de España de los años 80 y al pensarlo, giro instintivamente la cabeza esperando que irrumpa bruscamente Dani El Rojo con su apariencia de gigante y al grito de : ¡¡¡Esto es un atraco!!!
Los domingos aun son el Día el Señor y las gentes en su mayoría se dirigen a la iglesia con cierto jubilo y las ropas blancas primorosamente cuidadas, tratadas con mimo.

3 DE MAYO DE 2017

No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente
VIRGINIA WOLF.

Mozambique toca a su fin. MAR NABRASA es un restaurante situado en la Costa do Sol de la capital. Recomendable, agradable y a precios equilibrados. Como casi todo lo que funciona de forma razonable está dirigido por portugueses. Tienen cerveza fría, pescado bueno y conversación solo si la pides. Matapa con Caranguejo si se es aventurero y si no, pescado.
Es lo destacable de una ciudad donde muchos quieren robarte, consiguiéndolo algunos.
El mozambiqueño es en general hombre de buen carácter, sonriente casi siempre a pesar de que el sueño de la mayoría quizá sea la mera supervivencia, remontar el día a día. Sobrevivir hoy ya que el mañana es un concepto difuso que pertenece a la lejanía de lo ignorado, de lo impredecible y cuyo avistamiento no es posible a ciencia cierta.

Desde pequeño oí hablar del «mal de África» como una enfermedad de los sentidos, la nostalgia de haber extraviado los orígenes. Es entonces como África de personalidad impenetrable e irrepetible, agresiva ya al acecho, nos atrapa. El mal de África es entonces la añoranza, la necesidad de volver al encuentro con el origen. Yo ahora sé que el mal de África es solo una figura literaria al menos en el sentido indicado. Y se también, porque lo he visto, que África es en alguna medida un fracaso y que en mucha mayor medida, África es un drama.