THEMBA. EL REY DE MANTENGA
Las circunstancias que llevaron a Themba a autoproclamarse rey de Mantenga son hoy desconocidas, ni el hace nada por aclararlas. Lo único cierto es que en 4800 hectáreas de Mantenga Nature Reserve(http://www.sntc.org.sz/tourism/mantenga_tourism.php) quien manda es Themba aunque el nombramiento no sea oficial. Los cocodrilos, hipopótamos y serpientes nunca discutieron el título.
Sesenta tipos de serpientes decía el Rey de Mantenga, pero solo una docena te matan. Nombraba a la pitón africana y a la cobra. Pero la más peligrosa es la mamba, decía, porque era muy rápida y no daba tiempo a huir.
Y mientras esto contaba señalaba con su bastón unas hierbas altas a nuestro lado, del tipo de donde solían camuflarse esas serpientes mamba, justo por donde nos encaminábamos.
Y mientras esto sucedía y al hilo de la historia que narraba el orondo africano suazi, informaba que, por suerte, en África y en su parque no había anacondas y con esa reciente información nosotros respirábamos aliviados. Tras un rato de silencio y mientras cruzábamos las hierbas altas decía señalando el follaje con su bastón…….. pero sí hay muchas mambas. Y parecía sonreír mirándonos de reojo.
Themba ahora es rey de Mantenga pero hace diez años era pobre, canijo y negro. Ahora es rico y gordo aunque sigue siendo negro. Le gusta contar que el secreto para ser gordo es tener solamente una esposa; para ser rico no desear y para ser negro, no hacer nada.
Themba es un bantú saludable en uno de los países menos saludables del mundo; le brilla la cáscara y tiene el cuerpo reluciente como el pelo de una nutria.
Siguiendo la ribera del rio Usushwana se llega hasta una elevación rocosa, la “Montaña de las Ejecuciones”, desde donde se empujaba al enemigo. Themba nos anima a asomarnos y al hacerlo, pone sus manos a la altura del pecho y hace como que empuja. Es broma, dice sonriendo…..vosotros amigos….no .zulúes.
De vuelta al poblado el guía dice que su nombre, Themba, significa confianza porque al regresar confía en que le dejemos una propina.
Luego nos cuenta un secreto: Si volvéis por aquí y no estoy yo, dice, no os adentréis en el valle pues allí vive un mono retrasado mental al que no hay que acercarse. El mono, con tal de hacerse con los objetos del visitante del parque finge cojeras que no tiene y muestra en su rostro la falsa humildad de un obispo.
Luego nos estrecha su achocolatada y esponjosa mano y se va sonriente.
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