Antes de lo de Bin Laden, a quien el demonio confunda, el mundo conservaba cierta inocencia. En 2001 saltaron por los aires a la par el World Trade Center y el modo de vida occidental. Los moros pasaron a ser más sospechosos que la promesa de un político y cruzar cualquier frontera  se convirtió en un calvario.

Fergó vino indignado.

He oído que nos quedamos en tierra por un asunto de overbooking. ¿Qué sabes del asunto?. 

Nada, le dije, salvo que te dejan en tierra y es legal.

Fergó solía mostrar indignación en cuestiones y temas de novedosa aparición.

He oído que hay un numero que se llama PI, me dijo en cierta ocasión. ¿Qué sabes del asunto?. No supe que decirle. PI era tan desconocido en aquel entonces como lo es hoy en día.

Acabamos en PANAMA, Vía Bogotá, 30 horas después de abandonar Madrid.

Pedro Arias de Avila fundó la ciudad en 1519.  Tipo corpulento aficionado a cortar cabezas, ya fueran de indios o de cristianos, hablaba tan rápido que pasó a la historia como Pedrarias Davila.

Tras una celosía de la calle principal de la ciudad vieja observó al pregonero voceando:

Esta es la Justicia que el Rey y su teniente Pedro Arias de Avila mandan hacer contra este hombre por traidor y usurpador de los territorios de la Corona.

Y tras esto, la cabeza de Vasco Nuñez de Balboa rodó por las empedradas calles de la ciudad vieja de Panamá.

Así era Pedrarias; un tipo que tenía en nómina al diablo.

Diego el Elegante me alertó sobre los sombreros panameños de diez dólares. Una trampa ideada por salvajes, me dijo. El Elegante se niega a aceptar que el sombrero panameño tenga su origen en Ecuador y pasa de puntillas sobre este particular mientras diserta sobre si además de en andenes de tren el Panamá puede permanecer puesto en vestíbulos de Hoteles.

Panamá es en realidad todos los sombreros tejidos a mano a partir de paja de palmera, pero para El elegante solo uno es el cabal; el montecristi versión fedora de color blanco sin tintes ni cuentos.

La desaparición del sombrero como prenda de uso frecuente es un síntoma de decadencia a la par que un  cambio de estética de dudoso gusto.

El sombrero tiene la virtud de convertir a un canalla en un galán y darle  respetabilidad o misterio a cualquier fulano gris.

Combinado con un abrigo largo que en sus bajos deja asomar las bocachas de unas metralletas, hace que los tipos que suben escalones en silencio tengan sobradas razones para dar de baja al tipo al que buscan.

Es difícil encontrar algo más solemne que descubrirse un fedora a los compases del himno nacional o al paso de un cortejo fúnebre.

Ahora la costumbre no es presentar respetos en un cementerio tocado de sombrero, sino la ridícula y lamentable moda  de aplaudir en los entierros. Todo se va al traste y así hemos llegado a que los perros vistan zapatos italianos o a que una señora gordinflona le haga a su chucho una tortillita francesa para cenar.

Un Tico dijo que al norte, en el Parque España entre la Avenidas 7 y 9 y la calle 9 quedaba la estatua de un español a quien aún no había vilipendiado el veneno de estos tiempos. Se trata de Juan Vazquez de Coronado, un tipo hábil en la negociación con los caciques y firme en sus convicciones de conquista. Juan Vazquez de Coronado, precisamente por prohibir saqueos y excesos cobija un halo de humanismo poco frecuente en hombres dedicados al asunto de conquistar. La placa de su estatua desapareció sin ser repuesta. Murió en un naufragio de regreso a Costa

POSTALES DESDE SANTIAGO DE LOS CABALLEROS DE LEON( LEON).

Los primeros años ejerciendo de revolucionario  sandinista Manuel Noguera creyó en cuentos chinos. Con los años tenía más enemigos en casa que fuera, en la espalda que en el frente. Le quitaron sus plumas Parker y le prohibieron escribir. Ahora además de abogado y notario es el historiador y cronista oficioso de la ciudad de Leon…….. mientras le dure la memoria. En sus inicios escribió en El Andalán de Zaragoza( España) y de aquel ambiente, de su juventud y de la oposición a Franco nació su compromiso por la revolución que ahora le parece una broma de mal gusto. Conoció a Rosario Murillo con quien compartió revolución, selva y habitaciones con vistas a una guerra. Ahora es un tipo viejo y su cara ya no refleja las sorpresas y consecuencias del peligro.

Próximo a cumplirse los 500 años de la fundación de la ciudad le gustaría participar en algún episodio conmemorativo, pero teme que ya no lo llamen por tapudo( bocazas) y por el delito de tomarse la vida en serio.

De Sebastián de Belalcázar dice que no encontraré nada porque la ocupación más reconocida de la gente de Nicaragua es quemarlo todo. Habla de Pedrarias Davila y de Hernandez de Cordoba y me dice que en Leon Viejo, la primera ubicación de la ciudad que quedo arrasada por el terremoto lo único que encontraré serán sorpresas y decepciones.

Hace falta imaginación para situar los episodios y las gentes que poblaron LEON VIEJO. La dictadura del indigenismo ha colocado una estatua de un indio mordido por perros en la que fuera plaza de la ciudad, dando categoría de hecho relevante a un episodio menor, por mas cruento que fuera,  y desplazando lo verdaderamente relevante de aquellos tiempos que no fue sino la odisea de la conquista, la empresa de colonización y en este particular la creación de la ciudad por Francisco Fernandez de Cordoba.

 Sebastián de Belalcázar se paseo durante tres años, ruidoso y artillado hasta el alma, con fieros bigotes y como español prevenido y acostumbrado a pendencias con los indios. Era el alcalde. Luego se cansó de la monserga del papeleo y se marchó nuevamente a Castilla del ORO; el veneno de la conquista le circulaba como la polvora y quedarse era entregarse a una muerte anticipada.

Una india programada en el odio a los conquistadores y con un discurso tan pueril como inventado explicaba a los cuatro gatos que allí andábamos la arcadia feliz en que habitaban los indios antes de que sobre ellos se cerniera la maldición de los españoles.

Fergó me miró cuando la guia dijo que los indios eran demócratas. En sus ojos interpreté que aquello no podía acabar bien.

En lo que fuera la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción fueron hallados los restos de Pedrarias Davila y de Francisco Hernandez de Cordoba, decapitado este ultimo por orden del primero y paseada su cabeza vacia en una pica para advertencia de ambiciosos(1526) .Quiso el destino que compartieran  el mas alla en paz quienes en el mas acá anduvieron en guerra. Los restos de ambos fueron enterrados en la Plaza Mayor del enclave, sin lápida, reseña ni afiche que lo indique; totalmente ignorados. Sobre su inmortal reposo,  la estatua de un indio mordido por perros. La india programada no da explicación coherente más alla del intento de convertir la historia en un parque temático de lo que ella hubiera querido que fuera y no de lo que fue.

Mirando al indio de la estatua Fergó dijo entre dientes que spiderman hubiera desentonado menos en aquella peana.

La visita a las ruinas de Leon Viejo decepciona tanto como convertir en tertulia literaria lo que iba a ser una noche de putas.

“El mombacho está fabricado para ser disfrutado con bebida, por eso no está saborizado ni infusionado. A veces la capa es ecuatoriana pero la tripa del cigarro es 100% nicaragüense. Se siente denso, duro y quema torcido con sabor a pimienta, madera vieja y naipes”. Aprendete esto Lobo, dijo el americano, lo he sacado de un folleto.

El americano contó que Favilli era un aventurero genovés que arribó a NICARAGUA huyendo de una esposa a la que intentó asesinar 30 veces y siempre salió bien parada. Desesperado, tomó un barco con una maleta de decepción y un doctorado en crimen organizado y se instaló con intención de poner un negocio de secuestro. Tampoco le fue bien, su primer cautivo no paraba de hablar y Favilli dudaba entre soltarlo o ahorcarlo consciente de que no se podía quedar allí mas tiempo, dándole de comer.

Al compás de las palabras de Garcia El americano, Fergó aparecía y desaparecia entre bocanadas de humo. ron, humo y la magnífica hospitalidad nicaragüense. Fue una tarde estupenda; de las mejores de aquel viaje.

A la salida, la nica nos invitó a volver a visitar la casa de Mario Favilli, quien fue persona de orden y reputadisimo arquitecto italiano. El Americano dio las gracias y antes de que Fergó pudiera abrir el pico reclamando explicaciones sobre la historia del secuestro, Garcia  dijo

“Se non e vero, e ben trovato”.

En San Carlos, situado en la desembocadura del Rio San Juan con el Lago Cocibolca lo mejor que se puede hacer es pescar sábalos y tomar cerveza.

El ruido de la ciudad es el que se espera de un pueblo a los pies de la jungla y separado del rio por una cortina de mosquitos.

De buena mañana me despertó un ruido de petardos que no me hizo levantar, suponiendo al estar en Sudamérica, que solo habría estallado una nueva revolución. En el desayuno me informaron que eran las barcas arrancando viejos motores para remontar el Rio San Juan en busca del Sábalo. Los experimentados guías locales hacen lo imposible para que haya capturas a la altura de las expectativas o en su defecto para que los monos y los caimanes sonrían a la cámara.

El alojamiento en San Carlos suele tener agua fría, electricidad de la que parpadea y una excelente comida.

La ruta hacia Granada, por la 25, es la carretera más bonita y plácida del país, bien asfaltada, con poco tránsito y una vida rural  que bosteza en sus márgenes.

Chalom se pasea con un saco por la ruta de San Carlos a Juigalpa donde dice vender fierros a una veterinaria. Antes fue montador de toros y recita de memoria la mejor entrevista que le hicieron en su vida para un periódico especializado; su momento de gloria. Casó con la hija del presidente de la Monumental de Managua y tuvo un hijo, ya fallecido. Eso fue cuando era un ídolo de la monta de toros y paseaba sus 135 libras de peso y su 1,6 metros de estatura bien prensado en una camisa a cuadros de manga larga, impoluta.

De aquello le quedó la fama, 3 trofeos nacionales, uno internacional y un automóvil que no sabía conducir y que hubo de vender cuando su mejor rendimiento era ponerse de cero a cien en tres meses.

Su hijo no quiso aprender el oficio y tiró por la mala vida hasta que un dia le sacaron la cuenta. A su hijo lo bautizó con el nombre de Rodrigo, por Rodrigo de Triana que era uno de los españoles que vinieron en aquellos años. Lo leyó en un libro y le gustó la historia.

A mitad de trayecto me dice que ya tenemos suficiente confianza y amistad para advertirme de que no me fie de los que llevan barba. Esos son sandinistas.

Daniel Ortega no tiene barba le dije.

Ni le hace falta, replicó, ya la tiene su mujer por el.

Al despedirnos me reveló como en una confidencia que Daniel Ortega y un primo suyo le hacían el amor a una mula baya; mientras uno se la metía el otro la besaba.

Se bajó del coche y dirigió sus pasos al compás de su miseria con más orgullo que D. Diego en la horca.