En el cuadrilátero un púgil de 10 años parecía tener prisa en que la vida le pasase por lo alto. Dicen que en este mismo encordado, Nicolino Locche “ EL INTOCABLE” peleó 12 asaltos en su gira por Europa. El púgil local fue incapaz de encontrarlo ni cuando lo tenía arrinconado no dando una sola mano clara. Nicolino retrocedía y desaparecía del centro del ensogado y todas los golpes del rival iban al vacío como en un ejercicio de boxeo sombra. Lo esquivaba todo moviéndose de forma descarada mientras permanecía con la guardia baja; desde luego aquel tipo era intocable. El rival acabó desquiciado y agotado y se decía que había personas entre el público que acabaron más cansadas que el propio Nicolino.
La historia me la había contado mil veces el cutman de aquella noche. Desde su esquina del cuadrilátero, el segundo se desesperaba conforme iban cayendo los asaltos y su pupilo no encontraba al intocable. No quito mérito, decía con fanfarronería, a la épica de lo vivido en Kinshasa en el 74 entre Ali y Foreman pero aquello no hubiera sido igual sin la crónica de Norman Mailer y aquí, en cambio, la noche de Nicolino no había quien hiciera la crónica; en realidad no había ni quien fuera capaz de escribir recto sin salirse de las líneas.
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